Por: Daniel Ricardo Malagón Laverde
Esta fue una de las reflexiones sobre la condición humana que hizo el maestro León Zuleta dentro de una entrevista que se encuentra en una recopilación de memoria histórica del Colectivo Deformación. Él, sin embargo, no es tan conocido en ámbitos filosóficos más que quizá por sus estudiantes y aquellos que por mera curiosidad intelectual llegaron a ello luego de conocerlo por su otra faceta. En realidad por lo que se le conoce es por su lucha – académica, política y física – por la libertad sexual.
Gracias a él y a Manuel Velandia surge en Colombia todo un movimiento por los derechos de la población LGBTQ+ que desde esa primera vez que se realizó una marcha del Orgullo Gay en Bogotá por allá en el 82 – solo dos años después de que se despenalizara la homosexualidad en el país – marca el inicio de una lucha que hasta el día de hoy no ve fin.
Desgraciadamente a León Benhur Zuleta Ruíz le llegó la condena a la que se ven sometidos quienes deciden ser diferentes en una sociedad poco empática y violenta – además de hetero patriarcal –. Fue asesinado el 23 de agosto de 1993. Todavía no hay respuestas sobre su muerte,. Al Estado y a los medios no les interesaba el fallecimiento de un homosexual, comunista y sindicalista, tanto así que sobre su asesinato sólo se encuentra una entrada en El Tiempo de apenas dos párrafos.
Para él la ciudad o más bien la calle era un lugar donde el hombre se despojaba de su individualidad y se vuelve parte del colectivo que por sus inseguridades han restringido el disfrute de su ciudad y el ejercicio de sus derechos y libertades. Esta reflexión se vuelve importante en una época donde el autoritarismo fundamentado en la protección de la vida misma ha limitado aún más nuestro acceso a la calle, la cual ahora vemos con cierto recelo y miedo por culpa de un virus que se enquistó en nuestra cotidianeidad.
La semana pasada se cumplieron 27 años de su muerte y, aunque estamos en un mundo y un país bastantes diferentes al que lo obligaron a abandonar a puñaladas, su lucha no ve final. Colombia sigue siendo el segundo país en Latinoamérica donde más asesinatos a población LGBTIQ+ ocurren. Las noticias y los colectivos se han desbandado a denunciar todos estos actos violentos al que se someten las personas sencillamente por ser, por existir, por mostrarse diversos.
Ahora mismo no nos debe resonar en la cabeza exclusivamente el nombre de León Zuleta sino también el de Sergio Urrego a quien las directivas de su colegio llevaron hasta el suicidio, el de Alejandra Monocuco a quien no le quisieron prestar asistencia médica por ser trans, trabajadora sexual y vivir con VIH, el de Luis Álvarez a quien la homofobia de la sociedad conservadora y machista de Sincelejo le cercenó su brazo, el del Líder LGBTQ+ Luis Fernando Cuello a quien hace poco le incendiaron su vivienda, y el de muchas más personas que han sido víctimas de este país indolente.
Aún así algunos siguen con su cuento de que actualmente no hay discriminación a esta población, que son unos exagerados, que quieren homosexualizar todo. No puede haber visión menos empática que esa porque se posiciona desde un privilegio del que no se es consciente: no, no es lo mismo ser un hombre cisgénero, blanco y heterosexual a una mujer trans, racializada y trabajadora sexual a la que la sociedad misma ha recluido en ciertas zonas de las ciudades donde se les mira como objetos de deseo sexual de hombres reprimidos y no como personas.
En esta sociedad es más difícil vivir y existir sencillamente por el hecho de ser LGBTQ+ porque desde la familia hasta altas esferas de la sociedad estos temas siguen siendo un tabú y una razón para violentar no solo físicamente sino psicológica y verbalmente. Esto se agrava cuando entran otras categorías en juego como la raza y la clase social, pues esto implica otros tipos de discriminación que se interseccionan como el racismo, la xenofobia y la aporofobia.
Otros considerados “progresistas” toman una posición pasiva, sobretodo cuando la discriminación no los afecta directamente a ellos sino al otro en posición menos favorable. Bien se dice en el documental sobre la muerte de Marsha P. Jhonson que la población trans estuvieron ahí para los gays defendiendo el matrimonio igualitario, pero cuando se empezó a denunciar la muerte de ellas en Nueva York los mismos hombres gays blancos se hicieron los de la vista gorda.
En Colombia muchos celebramos recientemente que la capital tuviera por primera vez una alcaldesa lesbiana; sin embargo, durante el tiempo en que ha estado a cargo se ha demostrado que sólo utilizó la lucha de las personas trans como capital político. La represión por parte de la Alcaldía es lo único que ha caído sobre estas personas en hechos como los denunciados por la Red Comunitaria Trans donde la policía ha arremetido con violencia patriarcal contra las trabajadoras sexuales de la localidad de Santa Fe.
Sólo nos queda seguir luchando porque algún día esta deje de ser una sociedad del simulacro, y que sobretodo podamos vivir del ejercicio de la libertad y del deseo, que ya un beso entre dos personas deje de ser solo un acto político como lo entendía León Zuleta en una visión foucaultiana sino que la diversidad se convierta en una cotidianeidad en la que vivimos y de la que disfrutamos como sujetos del deseo y la sexualidad.
RECOMENDACIONES: Sobre estos asuntos recomiendo revisar el documental The Death and Life of Marsha P. Johnson, el hilo sobre la vida León Zuleta que hizo Sentiido en su cuenta de Twitter, la plataforma Celeste de Colombia Diversa y, sobretodo, el escrito El derecho a la ciudad de autoría del maestro León Zuleta.
PDTA.: Las masacres que desangran nuestro país se han reactivado (si es que alguna vez se fueron) de una manera cruenta y desgarradora. Llevamos unas semanas donde casi a diario nos conmociona de nuevo el asesinato a las poblaciones más vulnerables del país, donde han sido los jóvenes los más afectado.
Muchas son las razones de estos hechos tan graves y probablemente nunca sepamos el verdadero trasfondo de actos tan crueles. Sin embargo, en una próxima columna me dedicaré a la relación que se ha hecho entre las masacres y el narcotráfico. En especial porque recientemente se han presentado proyectos legislativos para la regulación tanto de la marihuana como de los cultivos de coca, cuya finalidad es dejar de lado esa guerra contra las drogas que el Estado está empeñado en continuar.
PDTA. 2: ¿Vieron que por primera vez fue elegida por el Senado una mujer para el cargo de Procuradora? Pues muy al estilo de cuando por primera vez Colombia eligió a una mujer como vicepresidenta, esto no ha sido motivo de celebración. Todo se ha visto opacado por una preocupación absolutamente sensata y es que su elección pareciera hacer temblar el delicado equilibrio de pesos y contrapesos del Estado colombiano.
Pareciera que en este país para llegar a altos cargos no hace falta mérito para ello sino ser partidario del Gobierno de turno. Aún así, sólo nos queda esperar que actúe con independencia . Eso sí, su decisión de no dar declaraciones hasta enero, luego de que se posesione, por lo menos da un parte de tranquilidad de que no interferirá en las decisiones que tome el actual Procurador Fernando Carrillo, que había sido otra preocupación que se había presentado.