Ciro Ramírez anuncia su adiós en 2026: ¡Colombia celebra la caída del Senador uribista ahogado en escándalos de presunta corrupción!

Colombia celebra la salida de Ciro Ramírez del Centro Democrático, el senador investigado por corrupción que no hizo nada por el país y ahora deberá enfrentar sin curul su proceso judicial.

Colombia está celebrando la noticia que muchos esperaban desde hace años: Ciro Ramírez, senador del Centro Democrático y uno de los nombres más cuestionados del Congreso, anunció que no volverá al Capitolio. La salida del parlamentario, envuelto hasta el cuello en el escándalo de “Las Marionetas”, fue presentada como un retiro voluntario, pero en el país la lectura es otra: se va porque la justicia le respira en la nuca.

Ramírez intentó despedirse con tono solemne en redes sociales. “He decidido no poner mi nombre a consideración de mi partido para las próximas elecciones al Congreso de la República. Terminaré mi periodo de la mejor manera el 20 de julio del 2026. Ha sido un gran honor representar a los colombianos. Solo gratitud con mi país y electores”, escribió. Sin embargo, para buena parte del país su “honor” es más bien una burla, pues su paso por el Senado estuvo marcado por polémicas, escándalos y un legado que los ciudadanos describen como inexistente: “no hizo nada por Colombia”, dicen con contundencia en las calles y redes sociales.

El senador también aprovechó para rendir pleitesía a su jefe político: “Gratitud y admiración con el expresidente Álvaro Uribe y el Centro Democrático. Seguiremos siendo soldados de la batalla por la democracia…”. Pero ni su devoción al uribismo ni su discurso épico lo salvan del pesado prontuario judicial que carga.

Ciro Ramírez es, hoy, uno de los investigados más comprometidos en el expediente de corrupción que desvió miles de millones del DPS a través de contratos direccionados. La Fiscalía y la Corte Suprema lo tienen en la mira por concierto para delinquir agravado, cohecho, celebración indebida de contratos y presunto recibo de sobornos que alcanzarían los mil millones de pesos. Nada menor.

Su retorno al Senado tras estar en prisión preventiva ya había generado indignación nacional. Al regresar, Ramírez afirmó sin sonrojarse: “Ya he demostrado mi inocencia en el juicio”. La Corte Suprema respondió casi de inmediato desmintiendo la frase y calificándola como una “mentira absurda”. Magistrados y abogados denunciaron que esa declaración buscaba manipular la opinión pública justo cuando su proceso entra en fase decisiva.

Para completar, la abogada Ángela María Barahona pidió una nueva orden de captura argumentando que Ramírez, desde el Congreso, habría seguido ejerciendo un “dominio corruptor” capaz de entorpecer la investigación. Es decir: la justicia considera que el poder político del senador no era un detalle menor, sino un riesgo real.

Por eso, la noticia de su retiro no se recibió como un gesto de gallardía, sino como una salida estratégica, casi forzada, mientras avanza su juicio. En Colombia muchos lo ven así: “que se vaya a responder ante los jueces y deje de aferrarse a una curul que usaba para protegerse”.

En un país hastiado de corrupción, la despedida de un congresista del Centro Democrático envuelto en semejante maraña judicial no genera tristeza sino alivio. Y hoy, más que una renuncia discreta, parece el principio del fin para un político que creyó que podía engañar a todos, hasta que la justicia le cerró la puerta del Congreso en la cara.

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