¡Bomba judicial! La periodista Cecilia Orozco revela que el magistrado que absolvió a Uribe está emparentado con una red de togas corruptas que vendía sentencias a criminales

Según reveló una columna de Cecilia Orozco, detrás del fallo que absolvió a Álvaro Uribe se esconde una red de magistrados corruptos, vínculos familiares y favores judiciales que destapan el lado más oscuro de la justicia en Colombia.

Según reveló una columna de Cecilia Orozco Tascón publicada en El Espectador, detrás del fallo que absolvió a Álvaro Uribe se esconde una maraña familiar y judicial digna de una serie de corrupción. La periodista destapó los lazos que unen al magistrado Manuel Antonio Merchán Gutiérrez, el mismo que absolvió al expresidente, con una red de exmagistrados corruptos, procesados y condenados por vender sentencias, manipular procesos y favorecer a criminales de alto calibre.

Orozco recuerda que todo comenzó en 2017, cuando estalló el escándalo del llamado “cartel de la toga”. En medio de las revelaciones, se descubrió otra estructura criminal dentro de la justicia: tres magistrados del Tribunal de Villavicencio, cuatro jueces y varios abogados litigantes que manipulaban juicios, recursos y decisiones judiciales a cambio de millonarios sobornos. Los cabecillas eran los magistrados Fausto Rubén Díaz Rodríguez, José Darío Trejos Londoño y Alcibíades Vargas Bautista, todos miembros de la Sala Penal.

La periodista relata cómo estos togados actuaban como verdaderos mercaderes de la justicia: “Los apoderados de los delincuentes iniciaban la cadena ilícita comprando a los jueces. Cuando los casos llegaban a la sala de Díaz, Trejos y Vargas, estos tres no actuaban, y los enjuiciados permanecían libres, o proferían decisiones contrarias a las evidencias”, escribió Orozco. En marzo de 2025, la Corte Suprema los condenó a diez años de prisión por cohecho y prevaricato.

Pero lo más escandaloso, según la columnista, fue lo que ocurrió en el proceso contra Vargas Bautista: el magistrado de control de garantías que debía avalar las interceptaciones telefónicas que demostraban su corrupción las declaró ilícitas. ¿La razón? ¡Era su concuñado! Ese funcionario era nada menos que Manuel Antonio Merchán Gutiérrez, quien años después se haría famoso por absolver a Álvaro Uribe Vélez en un proceso plagado de dudas.

El vínculo no termina ahí. Orozco señala que uno de los casos en los que fue encontrado responsable el exmagistrado Vargas se relaciona con Hernán Darío Giraldo Gaviria, alias Cesarín, antiguo jefe de la “Oficina de Envigado”, condenado por homicidio, tráfico de armas y concierto para delinquir. Este temido exparamilitar logró obtener prisión domiciliaria gracias a un fallo ilegal firmado por Vargas Bautista y sus secuaces. Y el detalle escalofriante: ese mismo Cesarín aparece citado en la sentencia de Merchán como testigo de la defensa de Uribe.

La columna de Orozco subraya que, incluso después de haber sido desvirtuadas por la Corte Suprema, el magistrado Merchán volvió a darle credibilidad a las declaraciones de criminales condenados que favorecían al expresidente. “El togado famoso por su sentencia contraria a los hallazgos de seis magistrados de la Suprema, tres juezas y una fiscal”, escribe la periodista, “es también pariente de otro Vargas Bautista procesado por corrupción: su cuñado, el exmagistrado del Tribunal Administrativo de Cundinamarca, Carlos Alberto Vargas Bautista”.

Este último también enfrenta procesos por cohecho y prevaricato, junto a una red de familiares y allegados que usaban el poder judicial como caja registradora. El entramado familiar es tan grotesco que Orozco lo resume con ironía: “¡Qué bonita familia y qué aburrido entorno!”.

Así, la columnista deja al descubierto un círculo de poder judicial cruzado por parentescos, favores y corrupción, que termina beneficiando a los mismos de siempre: los poderosos. Y, como señala, Uribe aparece una vez más como el gran beneficiado de una justicia hecha a su medida, rodeado de magistrados con vínculos turbios y decisiones que desafían la lógica jurídica.

Lo que para muchos fue una simple absolución, para Orozco es la prueba viva de que la justicia en Colombia no solo se compra: se hereda. Y mientras unos tocan la cárcel, otros, los más poderosos, siguen libres, intocables y sonrientes.

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