Sabía que el día estaba terminando y que ya en mi casa se estaban preparando para lo que sería una futura jornada laboral del día próximo cuando mi papá encendía el radio para escuchar la última parte de La Luciérnaga, de Caracol Radio, por allá en el 98 o 99. Era en su momento su programa favorito. Allí, en medio de las risas, las imitaciones y la particular forma de ver la cruda, sangrienta y voraz realidad política y social de Colombia, mi padre se enteraba de los principales hechos noticiosos del día que terminaba.
Mientras tanto yo intentaba concluir con mis tareas de ciencias naturales, memorizaba las tablas de multiplicar y calcaba los mapas de las regiones de Colombia con ayuda de esa guía de plástico que muchos tuvimos en el palmarés de los útiles escolares. Pensaba, a mis cortos 8 o 10 años, que lo que escuchaba en la radio sería pasajero, que mi papá cambiaría su indignación por satisfacción, siempre pensé que habría una nueva oportunidad para que Colombia fuera como Europa o como Estados Unidos, incluso.
Pero no. Pasó mi niñez, mi adolescencia, llegué a la universidad, me volví profesional y el país en 20 años no cambió.
Hoy voy en el carro con mi ‘viejo’ y casualmente vamos escuchando la misma emisora, el mismo programa y sí señores: las mismas noticias.
Y es que hasta las elecciones no cambian, la corrupción electoral, la compra de votos, los escándalos y la grosería siguen siendo las mismas cosas de los noventa.
Y ni que hablar de la economía y de la política del país. Sigue siendo la misma. Y me pregunto si no hemos tenido ya suficiente como sociedad para tocar fondo, para parar y girar nuestro pensamiento a otra cosa e intentar salir del círculo vicioso de pobreza y arribismo.
Ahora, muchos años después, avanzamos con mi papá en el carro y pienso en lo que viene para Colombia. Debemos tomar una decisión como sociedad. O cambiamos o seguimos igual a hace 20 años.
Hay en la mesa varios caminos: el primero tiene que ver con los mismos de siempre, con los discursos cómodos, insulsos, de intentar hacer lo mismo de siempre, de la misma forma que siempre ha fallado. El segundo, con una visión de país diferente, que no recuerdo haber escuchado nunca en la radio de mi casa, una propuesta de cambio y transformación para Colombia. Esa propuesta es la de Gustavo Petro.
No quiero ahondar en las discusiones que podemos encontrar a diario en las redes sociales. Solo quiero resaltar que la propuesta de Gustavo Petro es fácil de entender: todos podemos mejorar nuestra calidad de vida, podemos tener un país para todos. No se trata de quitarle a unos para darle a otros, se trata de generar condiciones de vida y desarrollo entre todos, para todos.
¿Por qué votar por Petro? Voy a votar por Petro porque la ecuación es sencilla. Si nos educamos y tenemos garantía de nuestros derechos (como una cita médica o un lugar dónde vivir), tendremos la capacidad para poner a producir este hermoso y fértil país; si generamos riqueza, generamos oportunidades, generamos paz, generaremos desarrollo.
Porque creo en las nuevas oportunidades, en el desarrollo económico y social de Colombia y porque quiero ver a mi país en el camino del respeto por la vida y la naturaleza, por eso es que votaré por Petro a la Presidencia.
Espero poder reunirme nuevamente con mi papá a escuchar un resumen de noticias a las seis de la tarde y que este sea para informar que Colombia escogió cambiar la historia cíclica de toda su vida y que esta vez votó por la vida, la paz, el desarrollo y el vivir sabroso.