Vive Claro en la mira: documentos secretos revelan que el escenario en Bogotá es una “bomba de tiempo” y pone en riesgo la vida de miles de fanáticos

El coliseo Vive Claro quedó en el ojo del huracán: documentos del Idiger revelan riesgo estructural en sus graderías, pese a que la Alcaldía lo ocultó tras la cancelación del concierto de Kendrick Lamar.

La cancelación del concierto de Kendrick Lamar destapó un escándalo que pone en jaque la seguridad de miles de fanáticos. Aunque oficialmente la Alcaldía de Bogotá aseguró que la suspensión se debió a “falta de documentación”, una resolución del Instituto Distrital de Gestión de Riesgos y Cambio Climático (IDIGER) revela que en realidad el recinto presenta riesgos estructurales graves que podrían comprometer la vida de los asistentes.

En los documentos internos, el Idiger fue contundente: “Las vibraciones excesivas no solo generan molestias a los usuarios, sino que pueden comprometer la integridad, estabilidad y seguridad de la estructura”.

El mismo informe advierte que mientras no se implementen medidas correctivas y se concluyan los estudios técnicos, “no hay condiciones de seguridad para la utilización de las graderías del escenario”.

Pese a ello, en un comunicado público fechado el 28 de septiembre, el Idiger bajó el tono del mensaje y justificó la cancelación del show de Lamar solo por “falta de información y documentación técnica suficiente y oportuna”. Una versión que hoy huele más a encubrimiento que a verdad.

El Vive Claro tiene en agenda eventos multitudinarios: Guns N’ Roses (7 de octubre), Imagine Dragons (17 de octubre), Linkin Park (25 de octubre), Shakira (1 de noviembre) y Blessd (22 de noviembre). La pregunta que retumba es inevitable: ¿es seguro volver a un escenario que los mismos técnicos del Distrito tachan de inestable?

El concejal José Cuesta Novoa lanzó la alerta: “La suspensión del concierto de Kendrick Lamar en el coliseo Vive Claro está relacionada con el informe del Idiger, en donde se evidencian fallas técnicas en las estructuras modulares de aluminio, que ponen en riesgo a los espectadores”.

La concejal Quena Ribadeneira fue aún más fuerte en sus críticas: “¿Cómo explica el alcalde Carlos Fernando Galán que ayer dijeran que fue por ‘falta de documentos’, pero hoy desaparezca de la web de la entidad un concepto presuntamente oficial que advierte riesgos estructurales por vibraciones en las graderías? Exijo claridad. Bogotá merece respuestas, no silencios ni verdades a medias”.

La controversia no es nueva. El recinto ya enfrenta procesos sancionatorios ambientales y policivos, además de cuestionamientos por presuntas irregularidades en sus permisos. Para Heidy Sánchez, el discurso oficial minimiza la verdadera gravedad del asunto: “Lo manifestado por el director del Idiger no parecía revelar una situación tan compleja, pero el propio Idiger señala que las vibraciones pueden comprometer la integridad, estabilidad y seguridad de la estructura. Lo anterior indica que la gravedad del escenario se amplía de manera considerable”.

Mientras la Alcaldía guarda silencio y la promotora OCESA no da explicaciones, crece la indignación ciudadana. Para los críticos, Vive Claro es un escenario convertido en ruleta rusa, donde cada concierto puede convertirse en una tragedia anunciada.

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