¡Indignante! Miguel Uribe Londoño clama por un “Ministerio de guerra” mientras olvida que esa guerra fue la que acabó con la vida de su hijo

Miguel Uribe Londoño desató polémica al proponer un “Ministerio de Guerra”, ignorando que la misma violencia que promete perpetuar fue la que le arrebató a su propio hijo.

Desde Washington, Miguel Uribe Londoño decidió prenderle fuego al debate político colombiano con una propuesta que muchos consideran peligrosa, trasnochada y profundamente incoherente: rebautizar el Ministerio de Defensa como “Ministerio de Guerra”. Sí, guerra. Justo el mismo concepto que se llevó la vida de su hijo, el senador Miguel Uribe Turbay. Pero al parecer, ni siquiera esa tragedia le basta para entender que insistir en la vía bélica solo prolonga un conflicto que Colombia ha pagado con sangre durante décadas.

Mientras caminaba por los pasillos del Congreso estadounidense, Uribe Londoño, precandidato presidencial del Centro Democrático, repetía su mantra: “Convertiremos el Ministerio de Defensa en el Ministerio de Guerra porque no vamos a descansar y no le daremos cuartel al narcotráfico, que vamos a acabar”. Una frase que, lejos de transmitir firmeza, reveló una visión obsesionada con la confrontación, como si no existieran otras rutas posibles frente a la criminalidad.

Durante su gira por Washington, el aspirante se reunió con los congresistas Mario Díaz-Balart y Carlos Giménez, a quienes les prometió más intervención militar y un “nuevo Plan Colombia” con mayor fuerza y determinación, asegurando que pondrá “toda la capacidad del Estado al servicio de esta tarea”. Acto seguido, lanzó otra de sus frases incendiarias: “Les he dejado claro que Petro no representa a los colombianos y que la mayoría de los colombianos somos amigos de Estados Unidos y queremos cooperar con ellos”.

El discurso parecía diseñado para agradar a Donald Trump, especialmente en un momento en el que el expresidente estadounidense decidió atacar a Gustavo Petro, descertificar a Colombia y calificar al presidente como “líder del narcotráfico”, generando un terremoto diplomático. Pero en lugar de defender al país, Uribe Londoño prefirió sumarse al coro y sacar provecho político del caos, insistiendo en que “Colombia no es Petro”.

En su video desde la capital estadounidense, volvió a mostrar su obsesión por la vía militar: “Estoy saliendo de encuentros muy productivos con congresistas americanos que apoyan la democracia y la libertad… en mí tendrán el aliado más importante de los Estados Unidos para acabar con el narcotráfico”. Un mensaje tan calculado que incluso sus seguidores notaron el tono servil y el intento evidente de alinearse con la extrema derecha de Washington.

Pero lo más alarmante no es la retórica ni la necesidad de protagonismo internacional: es el cinismo histórico. En un país que intenta sanar heridas producidas precisamente por la violencia y la guerra, Uribe Londoño propone revivir el lenguaje más oscuro y trágico de nuestra historia reciente. Y lo hace ignorando el hecho más doloroso de todos: esa misma guerra que hoy quiere institucionalizar lo marcó para siempre cuando le arrebató a su hijo.

Mientras miles de colombianos han demostrado estar cansados de discursos guerreristas y del fracaso de las estrategias basadas únicamente en confrontación armada, el precandidato parece empeñado en retroceder al pasado, disfrazando de “mano dura” una política que ya ha demostrado sus límites. Pretende vender el país como si fuera un campo de batalla permanente, justificando alianzas ciegas con sectores externos a costa de la soberanía y de una paz que aún lucha por consolidarse.

La propuesta de Uribe Londoño no solo suena anacrónica. Suena peligrosa. Suena a un país gobernado desde el rencor, no desde la razón. Y sobre todo, suena a que, para él, la guerra sigue siendo una respuesta… incluso después de que esa misma guerra le arrancó a un hijo.

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