La historia del escritor que se volcó contra sus lectores para quedar bien con quienes en el pasado fueron sus propios verdugos

Mario Mendoza, desfigurando por completo el personaje que ha encarnado por décadas, se convirtió en un escritor que prefirió enfrentar a sus lectores de la manera más vil, llamándolos sicarios digitales, solo porque expresaron una contrariedad a su forma de pensar.

Para quienes hicimos una crítica a la crítica de Mario Mendoza contra Gustavo Petro, desde el respeto y la admiración que sentimos por el escritor, nos chocamos con una gran desilusión que se resume en 4 palabras: Mendoza nos llamó “sicarios y pistoleros digitales”.

En uno de sus libros ya había admitido su debilidad ante la crítica cuando decidió trabajar como columnista en el periódico El Tiempo a inicios del siglo. Pero, para ser honesto, nunca pensé que la forma que encontraría para compensar esa debilidad estuviera plagada de violencia extraída de los lugares más comunes que políticos tradicionales han utilizado para estigmatizar y vilipendiar a personas como yo que, en últimas, hemos sido sus lectores.

Por supuesto, me parece extraño y, reitero, ante todo, decepcionante. Porque Mario Mendoza, atacando a jóvenes como mi persona, se está poniendo del lado del sector político que en algún momento intentó censurarlo (y hasta procuró prohibir sus libros en los colegios, como pasó con la obra de Satanás), por el simple hecho de que nos expresamos contrariados por cómo criticó al Gobierno de manera superficial y utilizando todos los imaginarios errados que los medios tradicionales han difundido por mucho tiempo.

La rabia que le generó ver una crítica de sus propios lectores a su forma de pensar, principalmente arraigada en lugares comunes a los que tanto le ha intentado huir en su obra, y que resulta ser hoy sumamente afín al verdadero establecimiento colombiano; lo ha hecho profundizar mucho más en su modesta y risible elucubración, y nos lleva al punto de decirle, como él mismo nos lo dijo en uno de sus libros hace tantos años, en la misma materia conceptual y autocrítica: hay que saber morir a tiempo.

La mala pasada de Mendoza, ahora multiplicada por dos, no solamente lo posiciona en un papel victimista, de atacado, del hombre que no puede opinar en un “medio de izquierda o centro izquierda” porque entonces la izquierda recalcitrante lo tacha con su fanatismo; sino que lo deja en un limbo intelectual lamentable, insuflado de incorrectas interpretaciones políticas difundidas masivamente, y que desfigura por completo un personaje de sí mismo que había construido con esfuerzo, y que no solo nos habíamos comido entero, sino que habíamos apoyado y arropado como lectores fieles a su obra.

Él lo dice del presidente en voz alta, quizás mientras está parado frente a un espejo mirándose a sí mismo: no conoce el pensamiento de las nuevas generaciones. Son esas juventudes las que no están dispuestas a que, quienes asesinaron a sus amigos, les arrebataron los ojos, violaron a sus amigas, desaparecieron y amenazaron su humanidad, y destrozaron su valor de ser colombianos a través de la Fuerza Pública, vuelvan al poder.

No sé. ¿Habría estabilidad política en ese momento para Mario Mendoza con más de 80 personas asesinadas en las calles cuando protestaban por un plato de comida? O, no, la había cuando Odebrecht entró al país en medio de asesinatos de testigos y coimas multimillonarias. Ah, ya sé: había estabilidad cuando hace 15 años le dieron más de doce mil millones de pesos en subsidios a Sarmiento Angulo desde Agro Ingreso Seguro. Tal vez, él siente, hubo estabilidad política cuando el Plan Colombia nos llenó de mercenarios y glifosato. Mejor, esa estabilidad existía cuando al presidente comprobadamente lo había patrocinado el Cartel de Cali. O cuando entregamos el país a Norteamérica y a los PEPES a cambio de que “asesinaran” a Pablo Escobar.

El caso es que al escritor le parece que la inestabilidad política nuestro país se la ganó fue en el actual Gobierno. Básico. Ciego ante su propio pasado. Desubicado de lo que ha sido la historia política contemporánea de una Colombia desmembrada. Es un desesperanzado, no por lucidez, como definiría la desesperanza Álvaro Mutis y como él lo citaría en sus obras, sino por desconocimiento y ausencia de formación política desde el territorio narrado por las regiones y no narrado por la centralidad.

Estoy de acuerdo con algo en su segundo artículo: hay una encrucijada para quienes hemos querido expresar críticas hacia el Gobierno Nacional (y lo hemos hecho), porque nuestras voces son instrumentalizadas en contra del proyecto en el que creemos, y que, obviamente, no es perfecto y debe mejorar desde muchos ángulos. Y cuando preferimos callar, nuestro silencio también es instrumentalizado y vemos que en el proyecto ganan espacio personas que no hacen parte de él y le restan sobremanera a su esencia y resultados. Es el obrar del poder político tradicional que él parece olvidar por estos tiempos.

Mario Mendoza, desfigurando por completo el personaje que ha encarnado por décadas, se convirtió en un escritor que prefirió enfrentar a sus lectores de la manera más vil, llamándolos sicarios digitales, solo porque expresaron una contrariedad a su forma de pensar; al mismo tiempo que se sentó al lado de quienes históricamente han querido hasta censurar su obra y querían prohibirla en los colegios.

Será, quizás, un afán de reivindicar “imparcialidad”, quedar bien con los “biempensantes”, la gente de bien; desligarse de un proyecto que tiene errores, pero que ha avanzado estructuralmente en muchas transformaciones que necesitábamos hace décadas.

Que un escritor como él llegue a estar de acuerdo con personajes como Miguel Polo Polo o Jhonatan Pulido… únicamente puede generarnos preocupación como país. Sin embargo, si usted leyó hasta este punto, espero que, al igual que yo, desde esa preocupación busque no quedarse quieto viendo cómo siguen alterando la percepción del colombiano promedio con mentiras y desinformación, y actúe.

Porque qué puede ser más contradictorio que la frase final del escrito de Mendoza: “pero el remedio no es el fanatismo y la confrontación, sino más democracia”, si la democracia sana es en sí misma una confrontación en paz de ideas y puntos de vista. En fin, como lo admitió cuando trabajó escribiendo columnas para El Tiempo, confrontar ideas contrarias seguramente no es lo suyo.

15 comentarios

  1. Respecto al artículo del escritor Mario Mendoza, cuando hizo la crítica a los medios alternativos comenté entre mis amigos virtuales que la posición del escritor no dejaba de ser sino una posición tibia y un poco sesgada, comenté: » con esa posición se acerca más a Vargas Llosa y se aleja de nuestro Novel García Márquez»; es para mí la responsabilidad de un escritor ir con la corriente literaria que haga partícipes a los lectores del pueblo raso, y no con las minorías poderosas del país; a esos les dejamos las novelas rosa, y las producciones de Hollywood, nosotros con García Márquez, Pablo Neruda, Eduardo Galeano, Borges y otros consecuentes.

  2. Desafortunadamente no he leído su punto de vista, lo que si he escuchado es el el eco que le han hecho los medios de la oposición ,pues para ellos, es muy relevante que un escritor haga críticas políticas a Petro. si fueran adulaciones o buenos comentarios, ellos, por su puesto, guardaría n silencio.

  3. Gracias Muriel
    Si es decepcionante ver a un escritor que me gustaba tanto , verlo de la talla de vicky Dávila ! Ya no con la lengua viperina sino con la pluma !!!! Dejare de leerlo al
    Bagazo poco caso y que viva Petro!!!

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