¡Dictadura roja! César Gaviria aplasta a quienes lo critican, niega avales al congreso y convierte al Partido Liberal en su finca familiar

A pocas horas del cierre electoral, César Gaviria desató un escándalo en el Partido Liberal al borrar de un plumazo a tres congresistas, exhibiendo un manejo autoritario que sus propios militantes califican como “monarquía” y “famiempresa”.

El Partido Liberal volvió a estallar en plena recta final rumbo al Congreso 2026, y el epicentro del terremoto tiene nombre propio: César Gaviria. El eterno jefe rojo, atornillado al poder desde 2017 mientras acusa al presidente Petro de querer “perpetuarse”, desató una tormenta interna al desarmar listas, negar avales y pasar por encima de sus propias bases como si el partido fuera su feudo personal… o peor, su “famiempresa”, como lo calificaron sus propios congresistas.

A pocas horas del cierre de inscripciones, los representantes Carlos Ardila (Putumayo), Carlos Felipe Quintero (Cesar) y Wilmer Guerrero (Norte de Santander) quedaron borrados del tarjetón sin explicación formal. La orden, según denuncian ellos mismos, fue impartida por el binomio Gaviria: César y su heredero Simón, quienes estarían cobrando facturas políticas, castigando rebeldías y sellando alianzas con clanes regionales a espaldas de la militancia.

El más explosivo fue Quintero, quien llevaba meses cuestionando públicamente los manejos de padre e hijo: “Es un atentado contra la democracia. Nunca tuve una investigación, una sanción, pero por caprichos de Simón, que no tiene cargo, me negaron la posibilidad. Son unos canallas, unos reyezuelos que creen que el partido es una famiempresa”, dijo sin rodeos. Y soltó la bomba que tiene en llamas al liberalismo del Cesar: “Simón negocia avales por sus negocios particulares”.

Para él, la jugada fue clara: entregarle la estructura liberal al clan Gnecco como represalia por apoyar las reformas sociales del gobierno Petro. Una vendetta política con sello Gaviria.

Guerrero, en Norte de Santander, vivió un libreto similar. Su pecado: respaldar al senador Alejandro Chacón en su intento por sacar a César Gaviria de la dirección del partido. El castigo no tardó. Le negaron el aval a última hora para despejarle el camino a Ariel Rodríguez, ficha del alcalde de Cúcuta, Jorge Acevedo, cuya esposa aspira al Senado. Guerrero denunció una violación a sus derechos políticos y presentó una tutela: un juzgado de Bogotá estudia su caso. Su esposa terminó inscribiéndose por la Alianza Verde, en medio del caos provocado por el liderazgo que, según dice, no tolera críticas ni contradicciones.

En Putumayo, Ardila fue borrado del mapa político sin contemplación. Lo sacaron de la confección de la lista y le entregaron la cabeza a una candidata cuestionada, la exdiputada Leidy Gómez, quien podría estar inhabilitada tras haber sido funcionaria hace pocos meses. Ardila no oculta su indignación: “El partido decidió desconocer una lista trabajada y validada con las bases, y expidió otra encabezada por una funcionaria pública, sin consultarlo con nadie”. También recordó que desde años atrás se opuso al apoyo a Iván Duque, esa alianza que hoy nadie quiere recordar, y a la reelección perpetua de Gaviria, proponiendo una dirección colegiada para recuperar la pluralidad interna. Ese desafío, según él, no le fue perdonado.

Pero lo más grave, dicen los afectados, es que ninguna autoridad del partido les ha dado la cara. Y mientras eso ocurre, Gaviria lleva más de 20 días fuera del país. Ni presente, ni responsable, pero sí firmando decisiones que definen el futuro de miles de votantes.

Quintero, en entrevista radial, volvió a cargar con fuerza: “Eso fue un atentado contra la democracia. Es inaudito que, sin sanciones ni investigaciones, por caprichos personales, me nieguen el aval”. Luego remató con una frase que retumbó en la política nacional: “Ahí queda evidenciado que esto es una monarquía. El Partido Liberal es una herencia donde se reparten el poder entre padre e hijo”.

Sobre Simón Gaviria no se guardó nada: “Es el verdadero poder detrás del Partido Liberal… tiene alianzas con los clanes que tanto daño le han hecho al país”.

Y su sentencia final retrató la crisis roja con crudeza: “Hoy manejan el partido como si fuera un banco de avales, a punta de transacciones económicas. Es grotesco, es vulgar lo que han hecho estos señores Gaviria y Simón, que es el heredero, como si esto fuera una finca. Son mercaderes de avales”.

César Gaviria, el dirigente que lleva más de siete años aferrado a la dirección nacional del partido que dice defender la democracia, mantiene silencio. No admite cuestionamientos, no tolera divergencias, y expulsa a quienes se atreven a contradecirlo. Un político que acusa a otros de querer perpetuarse en el poder, pero que en su propio partido se comporta como si fuera intocable, imprescindible y dueño absoluto del liberalismo.

La molestia interna ya no es un murmullo: es un grito que denuncia que, bajo el mando de los Gaviria, democracia no hay. Y al paso que va, Partido Liberal… tampoco.

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