¡Del silencio al odio! Oposición convirtió marcha por la paz en cacería contra Petro y periodistas

Lo que prometía ser una marcha pacífica por la paz terminó revelando el rostro violento de la oposición: periodistas agredidos y una movilización usada para atacar al presidente Petro.

Lo que fue convocado como un acto de solidaridad por el atentado contra el senador Miguel Uribe Turbay terminó revelando un rostro preocupante de la oposición: agresiones contra periodistas, expresiones de odio y una peligrosa desviación de los propósitos iniciales de la movilización.

La llamada Marcha del Silencio, que reunió a varias personas en al menos 30 ciudades del país, no fue tan pacífica como muchos pretendieron mostrar. Aunque en Bogotá la Plaza de Bolívar se llenó en calma, en otras ciudades como Bucaramanga, la jornada se manchó con escenas de violencia.
Un grupo de manifestantes arremetió verbalmente contra un equipo periodístico de RTVC, medio público del Estado colombiano, mientras estos intentaban cubrir los hechos. Las imágenes de la agresión rápidamente circularon por redes sociales, levantando indignación entre sectores que aún creen en la libertad de prensa.

El presidente Gustavo Petro no tardó en pronunciarse, señalando con contundencia que detrás de estas agresiones hay algo más que molestia ciudadana:

“Esto está mal. Los periodistas no son guerrilleros y no se les debe atacar. Aquí sienten lo mismo que quienes impulsan el asesinato. La venganza infundada por el prejuicio y el odio, esa es la madre de la violencia en Colombia”, escribió en su cuenta de X.

En contraste con el supuesto propósito inicial de la marcha, que eran rechazar los actos de violencia y solidarizarse con Miguel Uribe tras el atentado del 7 de junio, el evento se convirtió en una movilización política contra el presidente Petro. Varios de los convocantes lo admitieron abiertamente: la verdadera intención era protestar contra el “decretazo” presidencial que convoca a una consulta popular, pese a que el Congreso la había hundido semanas atrás.

Pero lo más alarmante no fue la politización del dolor, sino la normalización de la violencia hacia la prensa. La presencia de medios estatales en la marcha incomodó a muchos manifestantes, que los tacharon de “propaganda petrista”, olvidando que en una democracia los periodistas no están para agradar, sino para informar.

La manipulación emocional fue evidente. Se vendió la marcha como un acto unitario de rechazo a la violencia, pero terminó siendo una plataforma para la oposición, que aprovechó el momento para debilitar aún más al gobierno y agitar el fantasma del autoritarismo.

Los discursos que incitan al miedo y a la división social vuelven a encontrar eco en las calles. ¿Dónde quedó el respeto por la paz que se proclamaba con tanto fervor? ¿Quién responde por los ataques a los periodistas? ¿O es que en este “frente por la democracia” solo caben ciertas voces?

Lo que sí quedó claro es que la oposición salió a marchar no por Miguel Uribe, sino contra Petro, y que en medio del ruido, los verdaderos mensajes de reconciliación y paz fueron silenciados por los gritos de intolerancia.

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