Hipocresía mediática: los mismos que callaron con el ‘Ñeñe’ ahora atacan a los jóvenes que informan desde el pueblo

En medio de un cabildo multitudinario en Barranquilla, el traslado de creadores de contenido en un avión oficial desató una polémica que revela más prejuicios que irregularidades.

Con miles de personas en las calles, pancartas al viento y un clima de resistencia popular, el presidente Gustavo Petro encabezó un multitudinario cabildo abierto en el Paseo Bolívar en la ciudad de Barranquilla. Fue un evento vibrante, donde el pueblo volvió a ser protagonista y la palabra «reforma» dejó de ser un concepto lejano para convertirse en bandera.

Pero mientras la ciudadanía se expresaba, una parte del periodismo tradicional prefirió convertir el debate en un escándalo: se rasgaron las vestiduras porque un grupo de jóvenes creadores de contenido, muchos de ellos activistas, comunicadores y defensores del cambio, fue trasladado en un avión de la Policía desde Bogotá hasta Barranquilla para cubrir y participar en el evento.

La periodista Diana Saray encendió la mecha con una publicación en su cuenta de X, cuestionando el uso de una aeronave oficial para transportar a «influencers» afines al gobierno. La directora del diario El Colombiano, Luz María Sierra, no se quedó atrás y soltó: «¡Qué tal esto! El gobierno Petro quemó todas sus naves para el evento de Barranquilla. ¿Uso de recursos públicos?»

Lo que olvidaron, o más bien, lo que convenientemente omitieron, es que en el mismo avión también viajaron periodistas de medios tradicionales. Y lo más grave: durante el gobierno de Iván Duque, sí se utilizaron aeronaves del Estado para transportar a personajes como José ‘Ñeñe’ Hernández, un narcotraficante conocido, con vínculos comprobados con la campaña presidencial del uribismo.

El presidente Gustavo Petro respondió con contundencia a los ataques: «Hermana Luz María Sierra, periodista, nosotros no llevamos en las aeronaves oficiales, traquetos, sino periodistas. A los primeros no le causa a usted extrañeza, a los segundos sí», escribió, dejando en evidencia el descarado silencio que durante años cobijó a los verdaderos escándalos de corrupción y criminalidad que vincularon aviones oficiales con el narcotráfico.

Y es que no se trata de rumores: las investigaciones confirmaron que el Ñeñe Hernández utilizó helicópteros incautados por la SAE, operados por empresas privadas, para moverse en actos sociales y políticos durante el gobierno Duque. Incluso, en una ocasión viajó en una aeronave del Ejército tras pedirle «el favor» a un general, con el pretexto de asistir a una reunión de ganaderos.

La furia contra los jóvenes creadores de contenido que hoy respaldan el gobierno de Petro y cubren las movilizaciones sociales tiene una explicación clara: rompen el monopolio de la narrativa. Estos nuevos comunicadores, alejados de las grandes salas de redacción, hacen periodismo desde el territorio, desde los márgenes, desde donde nacen los cambios reales.

Muchos de ellos, han sido blanco de ataques y estigmatización. Pero la realidad es que su trabajo también informa, también documenta, también genera opinión.

La Policía Nacional confirmó que el traslado de los creadores de contenido obedeció a un convenio interadministrativo con el Ministerio del Interior, como parte de una agenda institucional que incluía a medios, comunicadores y gestores sociales. Todo fue legal. Todo fue transparente. Y sobre todo: todo fue necesario.

En pleno respaldo masivo a las reformas sociales, una parte de la prensa prefirió enfocar su artillería en quienes comunican desde el corazón del pueblo. No soportan que ya no tienen el monopolio de la información, que hay jóvenes con cámara en mano y criterio propio contando lo que ocurre sin filtros ni intereses empresariales.

Lo verdaderamente preocupante no es que estos jóvenes estén ocupando su lugar.
Lo preocupante es que algunos periodistas, en lugar de defender la libertad de prensa, la ataquen… cuando no pueden controlarla.

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